15 de abril de 2013

Una economía más social y más ecológica

together-juntos-economia solidaria-economia bien comun-bien comun-solidaridad-cooperacion “Cuando el dinero es el fin, todo falla”

Christian Felber (Salzburgo, 40 años), arremangado y con la mochila a cuestas, entra en los jardines de la Universitat de Barcelona, se vuelve hacia Àlex Garcia, el fotógrafo, y le pregunta: “¿Le importa si me hace la foto en este patio…?”. Habla un castellano impecable, fruto de sus estudios de Filología Hispánica en Viena y en la Complutense de Madrid (también estudió Políticas, Sociología y Psicología), y por eso él mismo ha revisado la edición castellana de sus cuatro libros sobre geoeconomía, ética y sociología.


Salvemos el euro (ediciones Anaya, 2013), se titula el último. Sus numerosas conferencias en España -Galicia, País Vasco, Valencia, Murcia, Madrid, Baleares, Catalunya…- acostumbran a congregar a más de 600 oyentes.


“Cuanta más desesperación hay en una sociedad, más interés despierta la economía del bien común”, dice mientras posa para el fotógrafo. Antes de iniciarse la entrevista, lanza una última petición: “Hoy voy a trabajar cerca de 16 horas. ¿Le importa si me descalzo?”.


¿Tanto interés despierta la economía del bien común?


En la conferencia de esta mañana en el paraninfo de la universidad había cerca de 500 personas. Ahora estoy con usted. Luego me reciben en el Parlament de Catalunya y voy a una televisión…


El hombre es un lobo para el hombre. ¿Es posible la economía solidaria que plantea?


Más que nunca. El sistema actual está fracasando por todas partes.


Pero su movimiento, pese a las 1.400 empresas (200 de ellas en España) que le avalan, no podrá cambiar demasiadas cosas por sí solo….


El 90% de la población europea, y también en Alemania y en Austria, pide otro orden económico. Las únicas pautas que conocemos proponen una economía más social y más ecológica. Y la economía del bien común lo es.


¿Qué tiene?


Combina el modelo de la economía de mercado liberal (todos tenemos las mismas libertades) y los valores constitucionales más importantes latentes en los países democráticos.


Conceptos muy abstractos.


Proponemos un cambio en las reglas del juego: en vez de buscar el afán de lucro como meta principal, planteamos la contribución al bien común y la cooperación.


¿Cómo se hace?


Hay que dejar de medir el éxito común según el dinero y el beneficio generado en el balance financiero y el PIB, y hacerlo según objetivos como el bien común, la calidad de vida y la satisfacción de las necesidades.


El dinero debería ser un medio, no el fin. De lo contrario, todo falla.


¿Cómo piensa medir el bien común?


Cuanto más ecológica, solidaria, cooperativa, humana y democrática es una empresa, mejor será su resultado en el balance del bien común y más ventajas legales obtendrá: menos impuestos y aranceles, más créditos y contratos públicos. Sus productos serán más económicos y más éticos. Algún día, el semáforo sustituirá al código de barras.


¿…?


Irá en la caja del producto, allí donde hoy está el código de barras: cinco colores, del rojo al verde oscuro, para medir la ética aplicada en su elaboración. Quizás a final de año tenga el primer semáforo. Sueño con ello.


Dice que todo falla desde que el dinero pasó a ser el fin, y no el medio. ¿Cómo ocurrió?


Hemos saboreado las posibilidades extremas del comunismo y el capitalismo. El primero es la dictadura, una comunidad sin libertad. El otro es la “libertad”, sin comunidad.


Ahora buscamos el camino intermedio, una comunidad libre. Además, el dinero, valor de cambio al ser tan fácil de medir, se ha convertido en el fin.


La mayoría ha tenido siempre esa percepción.


El dinero no nació para eso, sino para indicar los precios de las cosas. Al ser medible, ha acabado determinando quién tiene más y quién menos. Así que, erróneamente, se interpreta que el dinero define el éxito.


Esa mentalidad, tan imbricada en la naturaleza humana, ¿se puede cambiar?


No son valores nuevos, sino que están en las constituciones de todos los países. Las estamos estudiando y escaneando ahora, y en ninguna se dice que el dinero sea el objetivo, sino al revés: el dinero es el medio, y el bien común es el objetivo. Esta corrección no la estamos aplicando en economía.


Aparte está la sabiduría de las virtudes humanas: todas las filosofías comparten valores como la confianza, la honestidad, la empatía, el respeto… Ese es otro tesoro que tampoco se ha reflejado en la economía. Al planteárselo a cualquiera, se engancha.


¿Se entusiasman?


Lo hacen en mi país, Austria, y también lo hacen en España. Aquí, más: cuanto más desesperado está el país, más entusiasmo.


¿Cómo lo sabe?


Lo veo. Hablo con la gente. Está en las redes sociales.


También habrá visto que la sociedad europea está acongojada por las noticias de Bruselas.


No puede ser que la UE haya permitido el nacimiento de paraísos fiscales como Chipre. Dicho lo cual, hay que dejar caer a los bancos malos. Primero deben pagar sus propietarios. Luego, sus grandes acreedores. Y sólo al final, los pequeños acreedores que están por encima de 100.000 euros. Aun así, prefiero que se implante un impuesto a la riqueza privada. Si paga un ahorrador, se está destruyendo una confianza que nunca debió emerger, porque era una confianza depositada en bancos especulativos.


Sergio Heredia

Fuente: La Vanguardia


Más información:

Christian Felber, economista y embajador del modelo de la economía del bien común.

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Christian Felber


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